Se estima que la Comunidad Valenciana cuenta con 80 granjas de gallinas ponedoras y genera alrededor de 2300 toneladas al año de huevos rotos, un biorresiduo de difícil gestión. En la actualidad, este residuo es gestionado por un gestor autorizado, suponiendo dicha gestión un elevado coste económico para las empresas productoras, además del impacto ambiental que conlleva.
En este sentido, INESCOP, en colaboración con La Asociación Avícola Valenciana (ASAV), la Unió Llauradora i Ramadera, y el Instituto de Tecnología Cerámica (ITC-AICE), y gracias a la financiación de la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI), investiga una solución integral a los huevos rotos, convirtiendo así un residuo avícola en diferentes bioproductos de aplicación en los sectores agroalimentarios, cerámico y calzado.